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noticias.
 Ojalá hubieses bajado un poco antes. Estuvo aquí esperando el viejo Carlin, pero dijo
que tenía que irse. De todos modos, vendrá mañana a primera hora. Le habría enviado
arriba, pero imaginé que estarías durmiendo.
Al parecer debía saber quién era el viejo Carlin. Lo preguntó:
 ¿Carlin? Tiene una tienda aquí cerca. Vende ropas cortesanas extraoficialmente. No
entiendo por qué esas tramposas están dispuestas a pagar precios tan disparatados. Para
dar emociones e ilusiones a sus novios a puerta cerrada. Eso supongo. En mis tiempos
no andábamos detrás de los hombres si no podíamos emocionarlos sin telas de fantasía
de la corte. Tú no eres del distrito, ¿verdad? Él vaciló, sorprendido por la brusquedad de
la pregunta.
 Lo que me figuraba  dijo ella, bajando la voz . Escucha.
Se inclinó hacia él sobre la mesa, y de la profunda hendidura que dividía sus pechos
brotó un aroma demasiado empalagoso, demasiado fuerte.
 Si quieres algún buen consejo, yo puedo dártelo, y te lo daré aunque no lo quieras.
Estás huido y tienes encima la mercancía... una mala combinación. Y no quieres que te
sangren, ni yo ni ningún otro vampiro. De acuerdo, me parece muy bien, y además tienes
sentido suficiente para no intentar mentir estando en la situación en que estás. Pero
tampoco tienes que andar con tantas reservas conmigo. Escucha...
Se detuvo para tomar aliento y luego continuó animosamente:
 Entré en la cocina esta tarde y te encontré allí de pie sonriendo para ti, cuando
podrías rodear toda la casa con una cinta de oro. Diez minutos después, me tratas con la
altanería de un aristócrata, y estuviste a punto de quedarte sin la habitación que tienes
ahora. Un tipo con una cara como la tuya, y con esa corpulencia, es un idiota si no le saca
provecho a lo que tiene. Y tú no tienes por qué hablar, amigo... ¡Sonríe!  se irguió e hizo
una seña a un recién llegado que estaba al fondo del bar . Tengo que atender a los
clientes  dijo . ¿Tienes algún alias por el que pueda llamarte si me preguntan?
Cade sonrió para sí ante aquel absurdo consejo... y ante la pregunta que le siguió.
¿Qué sería aquello de alias? Por primera vez desde que conocía a la señora Cannon, la
miró directamente a los ojos. No era una mujer peligrosa, después de todo, pese a su
charlatanería. Guardó silencio, pero lenta y deliberadamente dejó que la sonrisa interna
aflorase a su boca.
 ¡Esto es!  exclamó ella, encantada . No eres ningún tonto. ¡Eh, Jana!
Una esbelta trigueña se apartó de un grupo de chicas que hablaban en un rincón
mientras esperaban que el lugar se llenase. Caminó con estudiada languidez hacia ellos.
La liga de plata de su muslo tensaba la delicada tela de sus pantalones a cada paso.
 ¡Jana, quiero que conozcas a un amigo!  dijo la señora Cannon . ¡Nada es
demasiado bueno para mi amigo Sonriente!
Le guiñó el ojo, un guiño lascivo y aterrador, tan inmenso como un encogimiento de
hombros, y se fue.
 Es una buena recomendación, Sonriente  dijo la chica.
Tenía la voz áspera y adoptó automáticamente la misma postura que la señora
Cannon, inclinándose hacia delante y apretando los hombros. Debe ser una costumbre
plebeya, pensó inquieto, mientras advertía que así exponía gran parte de sí misma a su
compañero de mesa.
 Sí  dijo él , ha sido muy buena conmigo.
 ¡Pero si yo me acuerdo de ti!  dijo bruscamente Jana . ¡Tú estuviste aquí la
semana pasada! ¡Y tenías problemas, hermano! ¡Vaya si los tenías!
Pero bruscamente frunció el ceño.
 ¿Qué es lo que te pasa, Sonriente?
No podía evitarlo. La sorpresa y la impresión que le producía el que aquella mujer, en
aquel lugar, le llamase hermano, se traslucía en su rostro.
 Nada  dijo.
 ¿Nada?  preguntó ella astutamente . Escucha, ya veo que no estás bebiendo...
Cade siguió su mirada y advirtió que había un pequeño vaso que contenía un líquido de
olor nauseabunda sobre la mesa. Lo apartó.
 ...y he estado discutiendo con Arlene sobre eso desde entonces... ¿Te acuerdas de
ella? Aquella rubia bajita del rincón...
La esperanza se encendió un instante y se desvaneció al ver a la muchacha que le
indicaba.
 Lo cierto es que ella dice que no era licor y yo digo que nunca vi a un hombre de tu
tamaño y de tu edad tan ido como estabas tú. No era licor. No tienes por qué decírmelo si
no quieres, pero...
La muchacha dejaba en el aire un interrogante.
Cade, aprovechando lo que había aprendido, le sonrió directamente y mantuvo la
sonrisa hasta que se sintió estúpido.
Los resultados fueron inesperados y espectaculares. Ella silbó, un silbido largo y hondo
que hizo volverse inquisitivamente media docena de cabezas. Y le miró con tanta
adoración... Pocas veces había visto aquella expresión, y sólo entre los nuevos escuderos
en el campo de batalla.
 ¡Hermano!  suspiró ella.
 Discúlpame  dijo Cade con voz estrangulada, y huyó del enemigo, dejándola en
completa y desconcertante posesión del campo de batalla.
13
Cade aprendió de prisa en Cannon. No tenía más remedio. Sus ojos y sus oídos,
entrenados para apreciar diferencias que significaban vida o muerte en el combate,
recogían palabras, miradas, gestos; su inteligencia adiestrada por el combate los
valoraba. Sobrevivió.
Y en Cannon aprendieron de Cade cuanto era necesario. Él era Sonriente, y la etiqueta
del local de Cannon exigía que no se investigase nada más sobre su nombre o su rango.
Se hablaba de él. Algunos decían que había nacido en las estrellas, pero nadie
preguntaba. Sus bolsillos llenos y la ágil lengua de Jana le introdujeron y le dieron la
reputación necesaria.
En cuanto a su corpulencia, todos aceptaban que era un hombre de gran fortaleza. En
cuanto a su riqueza, evidentemente era un ladrón de altos vuelos. En cuanto a sus
esporádicos fallos de memoria, y a sus maneras, era sin duda adicto a los narcóticos más
fuertes. Eso explicaba también su, por otra parte inexplicable, falta de interés por el
alcohol y las mujeres.. Por su fortaleza y su nivel profesional, superaba a la mayoría de
los asiduos del lugar: los miserables carteristas, los jugadores, los despreciables chulos.
Como adicto a drogas desconocidas sobrepasaba incluso a los individuos cordiales,
interesantes y limpiamente vestidos que de vez en cuando pasaban por allí. Las drogas
eran una vía romántica y desesperada para eludir la realidad de las cosas. La señora
Cannon las desaprobaba... había una historia en su pasado con un hombre... No quería
hablar del asunto. Pero para sus chicas era la atracción definitiva. [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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